Una de las grandes dificultades que tenemos las personas es que no sabemos distinguir emociones entre sí o emociones de estados internos. Por ejemplo podemos diferenciar dos tipos de felicidad, la primera podemos identificarla como la felicidad con minúscula: estar “felices”, y a la segunda la Felicidad con mayúsculas, ser “FELICES”.
La felicidad con minúscula la podemos sentir en cualquier momento, la puede provocar recibir una muy linda noticia, obtener un reconocimiento personal o profesional, ser sorprendidos con un regalo o recordar algún momento agradable de nuestro pasado. Todas o algunas de estas situaciones nos pueden provocar alegría y bien estar por un período de tiempo. La felicidad con minúscula también la podemos reconocer cuando nos hemos fijado un objetivo importante, deseándolo durante mucho tiempo, esforzándonos para conseguirlo y finalmente obteniendo el resultado esperado. Nos sentimos felices porque hemos transitado exitosamente un camino entre el estado deseado y el objetivo cumplido. Cuando hablamos de este tipo de emoción, cuando nos sentimos felices con minúscula, es porque hubo algo que te sacó del lugar donde estabas, llevándote a una nueva dimensión. Pudiéndolo provocar un tercero o nosotros mismos.
La felicidad con minúscula es como estar esperando que algo suceda modificando la situación en la que nos encontramos. Como si estuviéramos mirando un partido de final del mundo, estamos nerviosos, tensos y hasta sufriendo esa situación, cuando un gol de nuestro equipo, en un solo instante, provoca que todo cambie y nos lleva al lugar más alto de felicidad que pudiéramos encontrar. En este caso algo externo cambió y nos generó esa emoción que nos hace tocar el cielo con las manos. Pero también sabemos que en un tiempo el efecto de ese estímulo pasará y que cada uno de los espectadores de ese partido volverá a su lugar y estado emocional de origen.
Con la felicidad con minúscula rápidamente aprendemos que necesitamos más estímulos para volver a sentir esas tan agradables y placenteras sensaciones. Necesitamos salir del lugar emocional dónde nos encontramos y vamos en búsqueda de aquello que nos estimule y nos dé el placer buscado. Lamentablemente en esa búsqueda incesante nos volvemos adictos a ciertas cosas, pueden ser objetos o personas. Nuestras emociones y especialmente nuestra estima comienzan a depender de estímulos externos que, si no están allí, creemos que deberían estar allí.
Estar felices no es malo pero no tiene nada que ver con Ser Felices con mayúscula. Porque estar feliz es la consecuencia de una necesidad y Ser Felices es la consecuencia de sentir Paz Interior. Dos aspectos internos que se confunden mucho, pero que es fácil de aclarar cuando comenzamos a entender el proceso. Ser Felices con mayúsculas no depende de nada ni de nadie más y se basa en un profundo estado interno.
Significa estar parados en un lugar de aceptación personal y de equilibrio, que nos permite crear desde allí nuestra realidad. Si como eje principal nos centramos en la paz interior, la emoción que sentiremos será la consecuencia de lo que sale de adentro y no de lo que se espera que llegue de afuera.
El estado de Paz Interior es causa de la Felicidad con mayúsculas, y solo depende de nosotros. No exige ni un estado de salud, ni una cuenta bancaria. No requiere de la aceptación de los demás ni del logro personal o profesional. Simplemente dependerá de lo que cada uno de nosotros crea de sí mismo. Cuando no hay culpa porque hubo perdón, cuando no hay rabia porque hubo aceptación, cuando solo podemos sentir amor incondicional porque hemos aprendido a dar, la Felicidad con mayúsculas se desplegará en todas sus dimensiones.
Mucha vida para todos!!
Carlos Sánchez
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