En gran medida cualquier trabajo de Terapia Comunicacional se inicia situando a la persona o empresa frente a su realidad. Cuando una persona, una empresa o un grupo de trabajo tiene dificultades, esas mismas personas suelen argumentar que la situación conflictiva es provocada por terceros y a partir de allí comienzan a enumerar las causas que han ocasionado el problema, repartiendo culpas y generando así mayor conflicto. Sólo ocasionalmente se suele asumir cierto grado de responsabilidad.
Mientras hablemos de culpas difícilmente lleguemos a una respuesta creativa y potenciadora. En primer lugar debemos eliminar la palabra “culpa” que tanto dolor provoca y reemplazarla por la palabra “responsabilidad”. Esto no es solo maquillaje lingüístico, representa un cambio profundo en la forma en que procesamos los pensamientos. Ser culpables implica “dolor”, clavarnos el puñal de la autodestrucción y girarlo para infligirnos más sufrimiento. La mayoría sabemos lo que significa sentirse culpables por algo y también conocemos las consecuencias emocionales que esto implica.
Ser responsable pone el foco en las oportunidades, si uno es responsable el cambio puede ser posible, nos damos una nueva oportunidad para cambiar ya que no nos vinculamos con el dolor sino con las diferentes alternativas que podamos provocar.
Desde mi experiencia compruebo que pasamos, con una velocidad notable, de culparnos a nosotros mismos a culpar a los demás y viceversa. En ambas situaciones nos provocamos dolor, pero más aún cuando pensamos que los causantes de todos nuestros males son los otros. Poner el foco en los demás implica darles una gran poder y si ellos son los culpables nada podemos hacer nosotros para cambiar nuestra situación, nada depende de nosotros y por eso la sensación de impotencia e incapacidad se acrecienta. Parte de mi trabajo es guiar a las personas a detectar qué responsabilidades les caben frente a la situación problemática existente y orientarlos para que descubran nuevas posibilidades de pensamiento, acción y resolución del conflicto.
Es interesante considerar que de muy niños esa responsabilidad la asumimos totalmente. Por ejemplo si un ser querido se aleja de la vida de un niño, éste seguramente se preguntará ¿qué hice mal para provocar esto? o ¿Por qué no soy suficientemente bueno o importante para retenerlo? De niños nos sentimos responsables pero hacemos una lectura errónea de esa situación. Generalmente situaciones de la vida que nos provocan dolor nos empujan a ir cambiando esa óptica y comenzamos a aprender que es mejor poner fuera de nosotros la “responsabilidad” o los mismos adultos nos enseñan a hacerlo ¿Quién no ha escuchado alguna vez decir: “Mala la mesa” cuando un niño se ha golpeado contra ella?
En segundo lugar debemos decirnos y creer que no somos culpables de nada de lo que nos ocurre e inmediatamente afirmar que sí somos “responsables” de lo que provocamos por elección u omisión. Luego debemos preguntarnos: ¿Qué puedo hacer yo, ya mismo, para cambiar esta situación? Y la clave es preguntarse ¿Qué puedo hacer YO? y no ¿Qué debe cambiar el otro?
Asumir la responsabilidad es preguntarse hoy, ahora mismo ¿Qué persona quiero ser? Si nos relajamos y nos enfocamos en lo que realmente queremos ser la respuesta llegará y luego hay que asumir la responsabilidad de seguir los pasos para lograrlo. Hay muchas y excelentes excusas para caer en la tentación de echarle la culpa a los otros, a los políticos, a la sociedad, a los delincuentes, a los ex, a los vecinos o a hasta a Dios. La decisión que debemos tomar es dónde queremos situarnos, si en el lugar de Víctimas donde los demás tienen que cambiar por y para nosotros o en la posición de Protagonistas de nuestras vidas, donde asumimos nuestra responsabilidad y potenciamos nuestras acciones en función a lo que queremos SER.
¡Mucha vida para ti¡ Carlos Sánchez