No le temes al error, te temes a ti mismo
Ya sabemos que tomar buenas decisiones es clave en nuestras vidas y que, de hecho, vivimos hoy en función a todas las decisiones que hemos tomado en el pasado. También, en notas anteriores, he planteado que es imposible no tomar una decisión porque no decidir es “decidir no hacerlo”.
Hemos compartido información sobre el gran esfuerzo que implica querer controlar todo a nuestro alrededor, especialmente nuestras decisiones y sus resultados. Esto es mucha energía puesta en tratar de conservar poder, prevalecer sobre otros en la toma de decisiones y luego poner todo nuestro foco en el control de los resultados. Mucha esfuerzo y mucha energía para que se cumplan nuestras expectativas. Esto ocurre tanto en los sistemas familiares, profesionales como en lo político y social.
Pero si tú crees que eres de los que controla o teme tomar decisiones por miedo a equivocarte quiero advertirte que estas confundiendo las causas de tu temor. No tienes miedo a equivocarte y nunca lo has tenido. A lo que realmente le temes, o más claramente, lo que te provoca terror es: “Cómo te tratarás cuando adviertas que te has equivocado”. No le temes al error sino a tu propio maltrato personal.
Nos han enseñado a querernos y amarnos pero “condicionalmente”. Esto quiere decir que creemos que estaremos bien con nosotros mismos solo cuando la vida suceda de la forma que la esperamos. Nos decimos muy inconscientemente que deben darse ciertas condiciones para que nuestra relación con nosotros mismos camine sobre rieles. Puede ser que algunas de las condiciones para querernos sean estar muy bien de salud, tener una pareja estable, que los amigos estén presentes, tener el mejor auto, el trabajo perfecto, viajar todos los años o una cierta cantidad de dinero en el bolsillo. Las condiciones pueden ser tantas y tan variadas como personas existen. Cuantas más sean las condiciones más serán las expectativas de lo que debe ocurrir para simplemente tener el permiso interno de aceptarnos, querernos o amarnos. En cambio cualquier cosa que suceda en contra de nuestras expectativas nos alejará de la posibilidad de estar bien internamente y lo natural será querer controlar todo a cada paso y evitar equivocarnos lo máximo posible.
La amenaza esté develada, nos tememos a nosotros mismos, porque luego de nuestro error llegará el mal trato, el insulto, el abuso, la descalificación, la desvalorización y el desprecio. Esto será en forma de diálogo interno, pensamientos y con voces propias o ajenas. Nos han enseñado, desde muy pequeños, que no nos pueden querer por solo “ser nosotros mismos” sino que debemos “ganarnos” ese amor” en cada momento y de adultos nos seguimos tratando de la misma forma. ¿Entiendes ahora que nada tiene que ver tus resultados? Nada ni nadie debe definir cuál es el tipo de relación que tienes que tener contigo mismo. ¿Comprendes que el único problema es que has sido “condicional” contigo?
¿Y si decidieras aceptarte y perdonarte sin más? ¿Si establecieras como único parámetro de tu relación amarte incondicionalmente? ¿Si decidieras que el único que debe establecer aceptarse y amarse eres tú y ahora mismo?
Si fuera así ya no tendrías miedo a equivocarte e incorporarías a tu vida una de las formas más eficientes de aprendizaje. No pondrías toda tu atención en los problemas, que es una forma muy eficaz de provocarlos, y tampoco creerías en los fracasos. Advertirías que no sirve para nada sufrir y pensarías simplemente que los resultados son esperados o no esperados y que ellos te indican cómo seguir hacia tus objetivos.
Si temes equivocarte harás muy poco y los poco con mucha tensión. Si te “preocupan” los problemas, no estarás haciendo nada aún efectivo para resolverlos, recién cuando te “ocupes” sin temor a equivocarte, estarás enfocando en la solución y aprendiendo de ellos. Si no te juzgas por los resultados, si no te maltratas por no obtener de primera lo que quieres, puedes intentar lograr todo lo que te propongas pero además disfrutándote y disfrutando del proceso.
Mucha vida para ti.
Carlos Sánchez