Una investigación revela una técnica ancestral que utiliza el hombre para cazar monos en un lugar de África. La metodología se basa en elegir un árbol que en su tronco contenga un hueco con una boca lo suficientemente chica como para que el mono pueda apenas introducir su mano.
El cazador juega con la curiosidad y el deseo de ¨comida fácil¨ del mono y lo que hace es sentarse pacientemente al lado del árbol, con unos sabrosos frutos. Los monos huelen el alimento y lentamente comienzan a acercarse pero manteniéndose a una distancia razonable, lejos del alcance del cazador pero lo suficientemente cerca como para ver el recipiente adonde el hombre guarda los frutos. Una vez que el cazador sabe que los monos pueden verlo con claridad, comienza a introducir los frutos dentro del árbol, uno por uno, como guardándolos en un escondite. Luego se aleja del lugar y espera.
Los monos comienzan a alborotarse porque saben que cerca y disponible hay alimento. Entonces se van acercando hasta que el más osado llega al árbol e introduce la mano por el hueco. Sin poder ver y al tanteo, el mono rápidamente intenta tomar con su mano la mayor cantidad de frutos posibles, sin advertir que al llenar su mano con ellos, ya no podrá sacarla pues su mano ahora es más grande y se atora. Es así como, mientras el animal lucha con todas sus fuerzas para liberar su mano del tronco, el cazador puede acercarse con tranquilidad y capturarlo. Lo asombroso de todo esto es que el mono no logra darse cuenta que con solo dejar ir los frutos, su mano saldría fácilmente y evitaría ser apresado.
En algunas situaciones de nuestras vidas, ¿estaremos actuando como este mono? ¿Cuántos de nosotros seguimos aferrados a cosas del pasado? Quizás seguimos conservando recuerdos culposos, experiencias que nos han hecho sufrir o personas que creemos necesitar. ¿Cuántos seguimos enganchados emocionalmente de las opiniones y valorizaciones de los otros? ¿Cuántos dependemos de los objetos que nos rodean o de nuestras propias expectativas y deseos? Y, sobre todo, cuantos somos los que, sin darnos cuenta, no soltamos a personas que ya no están materialmente.
Darse cuenta y abrir la mano representa dejar ir, liberarnos de las culpas, de los apegos emocionales y de las dependencias materiales. ¿Hasta dónde nos podemos comparar con el mono que sin darse cuenta se aferra a algo que le quitará su libertad? ¿Hasta dónde seguimos apresados sin soltar y sin dejarnos ir? Abramos altillos, placares y cajas viejas y dejemos ir lo que ya no usamos. Abramos nuestro corazón y dejemos ir rencores, culpas y frustraciones. Abramos nuestras mentes y dejemos ir críticas, prejuicios y creencias limitantes.
Luego abramos manos, mente y corazón para poder recibir lo nuevo.
Seamos conscientes que “Dejar ir es permitirnos comenzar a recibir”.
Que no nos pase como al pobre mono, que por no poder soltar perdió para siempre su libertad.
Mucha vida para todos!! Carlos Sánchez
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