Ingresar en el mundo de alguien sin los prejuicios culturales o sociales que limitan el entendimiento, disfruto de la observación de la comunicación no verbal de cada ser y de cómo las personas somos transparentes e inconscientemente abiertos en nuestros propios relatos, sentires y conductas.
Soy un agradecido cada vez que depositan en mí su confianza, compartiendo conflictos del pasado, miedos escondidos o problemas sin aparente solución. También cuando me transformo en el espejo, pero amoroso, de quienes se atreven a mirarse, quizás por primera vez. Y sobre todo agradezco cuando las lágrimas dejan paso a las sonrisas, el peso de la presión a la liviandad en la respiración y al nuevo reflejo brillante desde donde se comienza a observar una nueva realidad.