Tendemos a creer que la vida es compleja, un gran problema que debemos resolver donde intervienen un sin número de variables que no dominamos y que hacen que en cualquier momento todo pueda cambiar. También nos vemos a nosotros mismos desde esa perspectiva. Nos confrontamos día a día con nuestros propios pensamientos, creencias y valores que en oportunidades se contradicen entre sí y nos generan estados emocionales realmente limitantes. Casi sin darnos cuenta, elegimos vivir vidas difíciles donde intervienen nuestros deseos, obsesiones y miedos.
Como creemos que todo es muy complejo y que dentro de ese laberinto de circunstancias pueden estar los motivos de nuestra infelicidad, intentamos controlar todo lo que está a nuestro alrededor. Y a los primeros que deseamos controlar son a aquellos que nos rodean. A los que le decimos que los queremos pero de una forma tan condicional que de no hacer lo que nosotros deseamos pueden pasar de ser amados a odiados en un solo instante. Tan frágiles nos sentimos que necesitamos saber qué pasará mañana. Y lo que la experiencia nos dice es que nadie sabe qué pasará en los próximos segundos.
Cuando vivimos de esta manera, cuando percibimos la realidad como algo complejo y amenazante no podemos perder el tiempo con medias tintas. Todo lo vemos blanco o negro. Sin advertirlo nos vamos yendo a los extremos y nos cuesta encontrar un equilibrio en el exterior ya que no existe equilibrio dentro nuestro. Finalmente, iremos comprobando paso a paso que no podemos confiar, que todo se nos escapa de las manos y que nuestra autoestima se va debilitando, ya que esa sensación de certidumbre, tan necesaria en todos nosotros, se va evaporando a pesar del sacrificio y del consumo de energía vital puesta en ello.
¿Y si por un instante cambiáramos la forma de ver esa realidad? ¿Qué pasaría si intentáramos con todas nuestras fuerzas creer que la vida es algo realmente simple?
No hay dudas que a muchos nos han enseñado a creer lo opuesto y nosotros mismos hemos corroborado con nuestras experiencias pasadas que eso es así, pero ¿Si fuera diferente? ¿Si solo vimos hasta aquí lo que nos enseñaron a ver? ¿Si nuestras vidas tuvieran solo un propósito y si ese propósito fuera simplemente amarnos incondicionalmente? ¿Y si observáramos a quienes llevan una vida plena y sin grandes conflictos?
Tal vez descubriríamos que ellos aman incondicionalmente algún aspecto de sus vidas, a sus semejantes, a sus trabajos, a sus pasiones, a sus sueños y hasta sus mascotas. ¿Será por eso que cuando hablamos con los ancianos vemos en ellos esa simplicidad de lo incondicional? No hay más deseos, solo viven el aquí y el ahora.
¿Y si tu propósito en la vida fuera solo amar incondicionalmente? ¿Si nuestro paso por este planeta fuera solo para llegar a ese nivel de aceptación personal, sin ego, (porque el ego condiciona), no sería la vida más simple y plena?
¿Y si lo intentaras? Si comenzaras a amarte sin condiciones desde hoy ¿Cómo sería tu relación con los demás?, ¿Qué trabajos harías y cuánta energía les pondrías? Piensa, siente, si ya no tuvieras que desear, ni ambicionar, ni buscar a otros para que te quieran o acepten en sus vidas. ¿Serías más libre? ¿Podrías tomar mejores decisiones? ¿Si no te guiara el miedo y la inseguridad no tendrías una capacidad interior enorme? ¿Si no juzgaras y etiquetaras como lo haces con vos mismo, no te sentirías más aliviado, liviano… mejor?
La vida puede ser simple si te simplificas, si solo te amas y no te dices cómo hacerlo, sino que solo lo haces. Y si crees que esto es imposible seguramente así será, pero si en algún lugar de tu interior aceptas que esto puede suceder hay una posibilidad de que una fuerte y poderosa energía crezca en ti para dominar todo tu ser y, definitivamente, liberarte de las viejas creencias que te han traído hasta aquí.
El Poder de lo simple está en ti y es en donde se resguarda y espera tu gran poder personal.
Mucha vida para todos!
Carlos Sánchez