Estar bien, tranquilo y en paz con sí mismo no suele ser el estado natural del ser humano. Desde el origen y hasta la actualidad son muchas las preocupaciones, inseguridades e incertidumbres que una persona debe enfrentar para permitirse vivir en un estado de relajación y confianza.
Quizás el error comienza por creer que “estar bien” es como un derecho adquirido, que significa vivir en una especie de burbuja que te aísla de los problemas. Algo así como una situación ideal donde todo está controlado y se expresa, consciente e inconsciente, una idea y deseo de perfección aprendida. Pero esta nunca fue la situación natural de un ser humano y menos aún en el pasado.
Desde sus inicios el hombre tuvo que crecer y desarrollarse en un ambiente hostil, donde las amenazas ambientales, de otros animales o de los de su misma especie eran permanentes. Y es por eso que en nuestro cerebro hay un lugar que tiene la función instintiva de protegernos de todo y debe estar atenta a cualquier posibilidad de amenaza.
Pero nuestro cerebro fue evolucionando y el desarrollo de las capacidades cognitivas y percepción nos han dotado de maravillosas habilidades, tales como la de ser conscientes de nuestra propia existencia, poder proyectar y planificar eventos a futuro y de crear un entorno más amigable y confortable entre otras. Estas nuevas capacidades llevaron a la especie, junto a creencias y valores transmitidos de generación en generación, a creer que la perfección es algo posible, algo razonable y finalmente el objetivo final de cualquier persona y comunidad.
Es por eso que en nuestros colegios citamos modelos intachables, históricamente producimos héroes mitológicos o terrenales que todo lo han superado y creamos superhéroes para el cine y la televisión. Esta idea de perfección por un lado nos ha generado, como especie, una gran motivación por seguir investigando, descubriendo y creando. Es la responsable de todos los avances y beneficios logrados hasta aquí, superando todos los límites imaginables.
Pero también es la que nos hace enfrentarnos a una exigencia desmedida que nos insinúa que deberíamos ser mejores de lo que somos y nos obliga a sentirnos de una forma satisfactoria con nosotros mismos en todo momento. Hemos creado una sociedad que te dice que puedes ser feliz si, en lo material eres capaz de consumir todo lo que quieres, adquirir lo necesario para sentirte seguro y acumular todo lo posible para protegerte en el futuro.
El “estar bien” no es un estado natural que implica el control de nuestro entorno como nos dicen las redes sociales y el entorno. Sino un trabajo interno y personal constante, que entre otras cosas implica dominar esta forma instintiva de protección que tenemos los seres humanos incorporado en el ADN de la especie. Es importante estar atentos, alertas y accionar en consecuencia. Y también nos hemos dedicado a buscar problemas donde no los hay, focalizando permanentemente en potenciales situaciones limitantes muy poco probables y que en ocasiones nos hacen vivir en un verdadero calvario.
El “estar bien” no es un derecho, tampoco una “causa”, es un estado “interno natural”, Es la “CONSECUENCIA” que implica haber dejado atrás esta necesidad de control y protección permanente, para conectarse definitivamente con lo esencial que llevamos todos dentro. En ese interior sí existe esa perfección, esa conexión con lo profundo del SER, que está muy lejos a ser aquella idea materialista que nos han enseñado, desde muy niños, a buscar como tal.
Mucha vida para todos.
Carlos Sánchez
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