La gran mentira del control
Controlamos cuando tenemos miedo. Y podríamos afirmar, simplificando, que el miedo suele ser a lo desconocido. Tenemos miedo cuando creemos que algo malo puede ocurrir y nos decimos que no estaremos en condiciones de proteger o protegernos. Controlar es poner nuestro foco, interés y energía en tratar por todos nuestros medios que lo que nos rodea permanezca estable, conocido y especialmente seguro.
Cuando controlamos lo hacemos porque sentimos profundamente que es nuestro deber sostener una determinada realidad y en ella todo lo que involucre y forme parte. En esta necesidad de tener todos los cabos atados intervenimos sobre las cosas y también sobre las personas. El controlador por su propia naturaleza se opone a la libertad, piensa que cuanta más libertad más oportunidades para que algo salga mal. Siente que cuánto más libertad le da a una pareja, a un hijo, a un empleado o a la ciudadanía, más riesgos de que cada uno de ellos haga algo inapropiado que amenace esa realidad y a quien la necesita controlar. Cree que la libertad lleva consigo la posibilidad de que alguien cometa un error, se lastime, no logre el resultado esperado, se aleje o simplemente reclame.
El control también se opone a la flexibilidad ya que necesita una estructura sólida y fuerte, con límites muy marcados que sean lo suficientemente amenazantes como para que a alguien se le ocurra traspasarlos. Requiere de una fachada de dureza, una armadura de protección y una personalidad intimidante para saber imponer ideas, valores y reglas.
El controlador se opone a los cambios e intentará rechazarlos, evitarlos e ignorarlos a toda costa. Luchará a rajatabla contra cualquier situación, grupo o persona que amenace su posición de dominio o poder. Control implica la idea inconsciente de perfección. Quien actúa así (y les aseguro que puede tener las mejores intenciones) cree en algún lugar de su ser que él y los demás pueden ser perfectos. Es que se dice a sí mismo que el único estado de seguridad y felicidad se dará recién cuando todo sea perfecto. Si les preguntáramos a las personas que poseen estas características como parte de su personalidad, responderían en su mayoría que no creen que alguien puede ser perfecto. Pero si los observamos en su forma de actuar, sentir y creer los resultados nos dirán otra cosa. Es que están tan inmersos, tan inconscientemente adaptados y condicionados, que difícilmente se dan cuenta.
Si te identificas con esta forma de percibir la realidad te pido que comiences a cuestionarte, sin enojos ni miedos, sólo a preguntarte si éste es el camino. Y no pongo en duda tus buenas intenciones y que lo haces por amor. Dudo que hayas decidido ser un controlador, más bien lo aprendiste desde muy pequeño y habrás tenido muy buenos modelos. La pregunta es, hoy siendo adulto, ¿esta es la forma? Porque estoy seguro que ya has pagado un gran precio por sostener esta creencia. Y si tu fin es amar al otro, la mejor manera de hacerlo es sin control, dejándolo ser, permitiéndole adquirir confianza, autoestima y grandeza en su decidir y accionar. La gran mentira del control es cuando se lo quiere disfrazar de amor. El amor no cercena, no manipula, no permite la pérdida de libertad, creatividad y flexibilidad.
Quien controla ya perdió y hará perder a los demás. Quien controla no debería poner su esfuerzo en dirigir su atención al otro sino a sí mismo. Tiene que reconocer su miedo, ese miedo que lo lleva a pensar que algo malo sucederá y que no está lo suficientemente preparado para superarlo. Tiene que entender que todo es cambio, todo es creatividad y que sin darse cuenta, cuanto más controle más débil será, aun cuando perciba la ilusión de que en este momento tiene todo controlado. Quien controla se controla. No se permite SER, porque cumplir con nuestro propósito implica correr riesgos, equivocarse y aprender de los errores, ser flexibles para adaptarse y vivir los cambios como oportunidades de crecimiento personal y espiritual.
Puedo escuchar tus palabras… tu pregunta… ¿Y cómo se hace para cambiar? Bien, sin darte cuenta estás dando el primer gran paso. Este primer paso es ser consciente de que, de esta forma, ya no puedes continuar.
¡Mucha vida para ti!
Carlos Sánchez