Todo lo que hacemos si está dirigido por la mente tendrá una limitación en sí mismo. Porque la mente es limitada. Los libros sagrados, los sabios profetas, las intuiciones más profundas nos dicen lo mismo y aun así se nos dificulta salir de ésta zona de confort que implica intentar utilizar la mente para todo, identificándonos con ella a tal punto de sentir que no comprenderemos la vida si no es atreves de su perspectiva.
La mente es peor que el fanático más extremo o despiadado. Si observamos la vida solo mediante su óptica lo poco que distinguiremos serán sombras confusas que nos confundirán aun más y nos llevarán más lejos de nuestro centro o equilibrio personal. Nos cuesta entender a la mente como una gran herramienta para la acción, ella nos permite tener consciencia de nuestro propio ser y nos ayuda a generar los cambios propicios para nuestro crecimiento personal y social. Pero es eso, solo una extraordinaria herramienta. No somos solo mente, hay algo infinitamente superior en cada uno de nosotros.
¿Cuáles son algunas de las consecuencias de identificarnos solo con la mente?
En primer lugar la ilusión de separación, creemos que somos individuos solitarios que debemos luchar por nuestra supervivencia y entendemos que existe un “otro” quien generalmente es una potencial amenaza para nuestra existencia. La segunda es nuestra baja autoestima, estamos convencidos que no somos suficiente y comenzamos a vivir una lucha interna intentando perdonarnos y aceptarnos tal como somos. Prácticamente le dedicamos nuestras vidas a intentar resolver este dilema.
Otra consecuencia es que poco o nunca estamos presentes, nuestra mente delira divagando entre el pasado y lo que vendrá, intenta controlarlo todo pero siempre está buscando en el lugar equivocado. Nos empuja a correr carreras inexistentes, a competir por lo que ya tenemos y a temer por lo que no ocurrirá.
Una herramienta sirve para cosas puntuales y no para todo. Si queremos, con solo una herramienta, solucionar todos los problemas lentamente iremos adaptándonos a sus limitaciones, ya que habrá cosas que no pueda hacer y en definitiva nos quedaremos sin alternativas para resolver. Si comparamos a la mente con un martillo, esta herramienta nos servirá para solucionar infinidad de problemas, ubicaremos cada clavo que encontremos en su preciso lugar. Si nos enamoramos del martillo y creemos que nos servirá para todo, lo primero que haremos será alivianar el peso de carga de otras herramientas que consideremos inútiles, y nos desharemos de ellas casi sin pensarlo. Nos identificaremos con el martillo y todo lo que encontremos lo veremos como clavos. Pero cuando nos topemos con un tornillo desubicado seguramente intentaremos aplicar la solución con la única herramienta que tenemos a la cual le hemos dado el poder de solucionar todo.
Con el martillo intentaremos ponerlo en su lugar y veremos cómo destrozamos aquello que queremos arreglar. Quedaremos muy confundidos y pensaremos que el tornillo es el causante de nuestro error. Cuando pensamos que somos el martillo solo nos queda esperar no encontrarnos con muchos más tornillos en nuestras vidas.
La mente descontrolada nos aleja de nosotros mismos. Ella nos habla y nos dice qué somos, para qué estamos y hacia dónde vamos. Nos ama cuando acertamos y nos ataca cuando nos equivocamos. Especula, controla y teme ser descubierta. Sabe que no es buena para todo y que está ubicada en un lugar donde no le pertenece. Somos más que un martillo y aunque sigamos pensado que debemos golpearnos para aprender, existe otra herramienta que nos permite comunicarnos desde un lugar muy profundo, que solo lo podemos escuchar cuando le abrimos paso en nuestro interior, al resultado lo llamamos intuición.
¿Cuándo aparece ese mensaje?
Cuando ubicamos a la mente en el lugar donde corresponde, como una buena herramienta que está allí para ayudarnos en casos especiales, cuando detenemos su ruido permanente que nos aturde, cuando nos dejamos de mal tratar deteniendo el delirio mental que nos lleva a seguir golpeando tornillos sin éxito alguno y cuando nos concentramos en el presente, único momento existente y respiramos en forma consciente poniendo nuestro foco en el aquí y ahora.
La intuición se da cuando abrimos el canal de conexión interna que la mente está permanentemente obstaculizando. Todos, en alguna medida, la hemos sentido alguna vez y seguramente menos de lo que lo hubiéramos preferido. Pero sabemos que esa capacidad está allí, esperando por nosotros, para demostrarnos que somos mucho más de lo que creemos ser. Cuando comprendamos esto nos daremos cuenta como la mente y la intuición son parte de la misma unidad, que debemos equilibrar sus fuerzas y que ésto solo es el principio.
Mucha vida para ti!!
Carlos Sánchez