En este preciso momento vives las consecuencias de tus propias decisiones. Mira a tu alrededor, todo lo que ves, escuchas y sientes está precedido por todas las cosas que has hecho, pensado y sentido ayer. Este momento que vives y el lugar donde te encuentras son el resultado de todas tus decisiones pasadas.
A muchas personas les cuesta tomar decisiones, sucede que cada vez que se enfrentan a la necesidad de resolver un problema o simplemente decidir qué camino tomar en cualquier aspecto de sus vidas, comienzan a crear un diálogo interior interminable y destructivo que les provoca dudas, temores y una fuerte autocrítica y desvalorización personal. Toda esta acción interna se produce porque se asocia tomar decisiones con sentir dolor. Para algunos tomar decisiones significa enfrentarse a la posibilidad real de que se pueden equivocar.
Pensar que quizás no obtengas lo que deseas te anticipa el tipo de emoción que podrías sentir, por ejemplo: la frustración, la desilusión, el enojo o la culpa. Sabemos que nadie quiere sentir emociones limitantes, pero si cada vez que tomas una decisión importante piensas que las posibles consecuencias pueden ser esas, seguramente evitarás tomarla o al menos las dilatarás hasta último momento. Lo que sucede es que confundes DECISIÓN con SUFRIMIENTO, provocando que cuando finalmente tomes la decisión lo hagas bajo presión o llegues tarde.
Es fundamental que adviertas que las decisiones son el timón con el que mantenemos el rumbo de nuestras vidas y que si las evitamos, otros estarán dispuestos a tomarlas por nosotros. Si delegamos esta capacidad esencial del ser humano viviremos una vida sin libertad, no podremos decidir qué queremos y hacia dónde deseamos ir e irónicamente viviremos con esas emociones que con tanto esfuerzo deseábamos evitar.
Si perteneces al grupo de personas que les cuesta tomar decisiones, es importante que adviertas que igualmente las estás tomando permanentemente. Cada paso que das en tu vida requiere de una decisión previa. No importa su tamaño o trascendencia o si es de forma consciente o inconsciente seguirás haciéndolo. Y si has decidido victimizarte y optado por que otras personas decidan por ti, también habrá sido tu decisión porque esa es una función inevitable e inherente a tu ser.
Si hay algo en tu vida que no es de tu agrado o no te satisface lo suficiente es necesario que te preguntes: “¿Qué es lo que realmente quiero?” La pregunta abre un nuevo espacio mental y emocional para que puedas responderte. Y si comienzas a darte cuenta que eres un “tomador de decisiones” y que definitivamente tu vida depende de ti, podrás preguntarte qué quieres hacer o dejar de hacer y qué quieres sentir o dejar de sentir. Así obtendrás una o varias respuestas que te indicarán claramente cuáles son los siguientes pasos a dar y las nuevas decisiones que debes comenzar a tomar. Puedes estar pagando un precio muy alto por no utilizar la libertad que ya tienes. Comprende que el dolor o el sufrimiento que te provocan estas situaciones son suficientes para disolver cualquier miedo de sentir dolor en el futuro.
Luego puedes preguntarte: “¿Qué es lo peor que puede pasarme si no obtengo lo que quiero?” Seguramente tu respuesta será que el riesgo es quedar igual que ahora pero con la diferencia enorme de haber iniciado un poderoso cambio que reconoce tu capacidad personal de crear la vida que deseas. Pierde el miedo a equivocarte, el error es el mejor sistema de aprendizaje que existe, nos marca los nuevos pasos a seguir y también nos vuelve más humildes, flexibles y considerados.
Las personas exitosas no han sido las que menos se han equivocado, por el contrario, son aquellas que más aprendieron en el proceso de decidir, corregir y volver a decidir, así han creado su verdadero destino.
Quiero compartirte una última clave, cuando decidas hazlo desde el amor. Sí, desde el amor por ti, por la vida y los demás. Si te sitúas en esa posición emocional el resultado será secundario, porque la decisión se convertirá en sí misma en el resultado que buscabas.
¡Mucha vida para ti!
Carlos Sánchez