Julia llegó indignada a la consulta, estaba muy enojada y sentía que no la respetaban. Me cuenta que su ex marido está saliendo con otra mujer mucho más joven que él. Que si bien no habla directamente, sus hijas le cuentan cómo ha formado una nueva familia y lo diferente que él está. Todo el cuerpo de Julia expresaba su enojo y hasta se le entrecortaba la respiración mientras se desahogaba con su relato. En un momento la interrumpo y le pregunto cuánto hace que se separó y me responde “hace cinco años”. Exagerando un poco mi reacción le digo “¿Cinco años, cuanto poder tiene tu ex sobre vos?”. Me mira más enojada aún y me responde: “¡Ningún poder, ese desgraciado no tiene ningún poder sobre mí!”
Así continuó nuestra conversación:
Carlos. – ¿A quién deberías perdonar?
Julia – A mi ex marido.
C – ¿Podrías perdonarlo?
J – ¡Jamás voy a perdonar lo que me hizo!
C – ¿Con quién estás realmente enojada?
J – Con él, ¿Con quién más lo estaría? Si vos hubieras vivido lo…. (La interrumpo)
C – ¿Quién está aquí, hoy, frente a mí?
J – Yo estoy acá.
C – ¿Quién siente dolor emocional, enojo y hasta furia?
J – Yo lo siento.
C – ¿Quién está sufriendo ahora?
J – Yo.
C – ¿Con quién estas enojada realmente?
J – ¡Ok! (muy molesta) evidentemente conmigo porque la que está sufriendo soy yo, si ya entendí. Pero no lo voy a perdonar.
C – ¿A quién deberías personar?
J – ¿A mí? ¿Por qué me debería perdonar a mí si yo no hice nada malo?
Julia no podía perdonar y sin darse cuenta seguía atada a la vida de otra persona que hacía cinco años ya no tenía nada que ver emocionalmente con ella. Estaba convencida que, por haberla dejado, no lo perdonaría nunca. En nuestro encuentro veía como su mente la llevaba fácilmente por el camino del dolor. Y recordaba sus mentiras, la forma en la que había roto sus promesas y repasaba cada acto de engaño y desvalorización vivida. Julia necesitaba repasar esas historias a diario para poder sostener su enojo. Ella no había podido reconstruir su vida, no tenía pareja y le echaba la culpa de todo a su ex.
En un momento del encuentro Julia dice:
J – Fui una estúpida. Porque no lo vi venir, ni me di cuenta de lo que pasaba. Yo confiaba y él hacia su vida como si nada y me engaño y me dejó.
C – ¿Con quién estás enojada?
J – Conmigo y con él.
C – ¿Ahora específicamente, cuando te decís que fuiste una estúpida y no te diste cuenta, con quien estas enojada?
J – Conmigo. (Se toma la cara con sus manos y comienza a llorar. Del enojo pasó a la angustia y pena).
C – ¿A quien tenés que perdonar?
J – Es que yo lo elegí. Yo me equivoqué. Bueno… los dos lo hicimos, en la pareja ambos tenemos responsabilidad.
C – ¿A quien tenés que perdonar entonces?
J – ¿A los dos?
C – ¿Quién está aquí sentada, hoy y ahora?
J – Uff! empezamos otra vez… Yo.
C – ¿Quién está sufriendo, tu ex marido o vos?}
J – Ese desgraciado la está pasando de maravillas, y ni sabe lo que me pasa. Yo estoy mal.
C – ¿A quién estas castigando entonces?
J – A mí. Él no tiene ni idea de lo que siento.
C – Si él no sabe lo que te pasa, ¿a quién estas castigando?
J – ¡Claramente a mí! ¡Pucha, no me había dado cuenta!
C – ¿A quien tenés que perdonar entonces?
J – Ya entendí, ¡a mí!.. Y ¿cómo se hace eso?
C – En primer lugar cambiando en qué estas enfocando tu mente.
En todo proceso de cambio el primer paso es “darse cuenta” porque mientras sigas buscando la solución en el lugar equivocado vas a dar vueltas y vueltas sin encontrar nada. Julia tardó cinco años en darse cuenta que sufrir no era el camino y sí la consecuencia de lo que ella se decía a sí misma. Perdonarse así mismo abarca el perdón al otro, pero no siempre perdonar al otro implica perdonarnos a nosotros mismos. Solemos ser mucho más duros con nosotros que con lo demás.
(Julia es un nombre ficticio, la historia una de tantas que trabajo a diario)
¡Mucha vida para ti!
Lic. Carlos Sánchez